sábado, 30 de abril de 2011

Mundo Submarino

Hablando una vez con un grupo de amigas sobre cuál habia sido el lugar más raro donde habíamos hecho el amor, una de ellas contó la siguiente anécdota; si bien no es un lugar raro, es una fantasía común y desde luego es válida para ser contada.
Resulta que ella y su novio ya estaban cansados de la rutina, siempre lo mismo, estaban tan acostumbrados a dormir juntos que ya garchaban de forma automática. Entonces ella propone no hacerlo más en la cama que compartían sino empezar a hacerlo en otros lados. Pasaron por el piso, el baño, la cocina, la mesa, el pasillo del edificio, etc, y así recuperaron la chispa. 
Un día caminando por Cabildo, en Capital, les entregaron un folleto de un telo con promociones y habitaciones temáticas, como estaban a solo unas cuadras, se fueron directo para allá. "La Selva", "El lejano Oeste", "Las mil y una noches", "Espacial", "La máquina del amor", "los Picapiedras" eran algunos de los temas de las habitaciones. Eligieron una llamada "Mundo Submarino" que además de tener una pecera gigante, tenía una cama tamaño king, con colchón de agua. La idea de la cama de agua les llamó la atención y además, basándose en los títulos, no sabían con qué iban a encontrarse si elegían por ejemplo "la máquina del amor" que decía que contaba con una maquina importada de Europa la cual cumplía todas las fantasías sexuales que se te puedan ocurrir (otra que "la máquina de follar" de Bukowski).
Bueno, entraron al la habitación, toda de color celeste, muy linda, con dibujos de peces y la pecera que ocupaba toda una pared, y se tiraron a la cama. Beso viene, beso va, te toco aquí, te toco allá, llegó el momento de colocar. Entre los movimientos de la cama, y el movimiento de los cuerpos excitados no había coordinación alguna y se hacía muy difícil el emboque. Probaron varias posiciones, entre ellas la favorita de muchas, el perrito, la cual fue la más complicada de todas. Era imposible mantener la estabilidad, las rodillas se le hundían en la cama, y con los movimientos de él, era muy dificultoso poder afirmarse a algún lado para que nada se salga del lugar y todo el acto tuviese algo de emoción. 
Después de varios intentos fallidos, terminaron arrodillados en el piso y ahí si comenzó todo a tener algo de gracia. Acabaron y se fueron.
Es posible que con ella patitas arriba, el movimiento del colchón llegue a ser excitante pero mi amiga, guerrera total, no quedó muy conforme -encima de perder firmeza y que la cosa se salga del lugar, terminé con las rodillas todas raspadas por la alfombra berreta del lugar, a la mierda el colchón de agua- decía. 

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