martes, 12 de abril de 2011

- Chicho, Chicho!

Hay diferentes tipos de formas de encarar una relación.. Hay veces que nos enamoramos, otras que son amoríos pasajeros o simplemente ganas. Hay relaciones basadas solo en sexo, estas son buenísimas, ya que sin ningún tipo de compromiso, generalmente disfrutas del mejor sexo de tu vida, solo piel, solo deseo, solo ganas y libertad en la cama. Hoy les voy a contar una historia de unos amigos que tenían una relación así.

Ambos alma de aventureros, les encantaba hacerlo en lugares distintos, no les importaba nada. El espíritu de aventura y las ganas que se tenían los llevaba a hacerlo en cualquier lugar. Tanto es así que cualquier pasillo, entrada de edificio, etc, los motivaba.
Un día a la salida del boliche, tipo siete de la mañana (aclaro esto para que se tenga en cuenta la luminosidad del día) y con varias copas encima, el la acompañó a su casa sabiendo que en apenas unas horas él tenía que ir a trabajar. Ella, prendiéndose fuego, empezó a toquetearlo mientras se despedían, parados junto a la puerta; cuando el quiso arrancar ahi nomás, ella, para no ser vista por su familia ni levantar sospechas, lo tomo de la mano y lo llevó al galpón. Para entrar en detalles, voy a contarles que el galpón en cuestión es solo un techo con cuatro vigas que lo sostienen para que no se mojen las cosas cuando llueve y a la vez sirve de garaje. Entonces, en el espacio libre entre el auto y el cerco del fondo (hecho con maderas y da a la casa del vecino) ella se tiró al piso. Obviamente, él todo un caballero, puso su campera de jean en el suelo para que a ella no se le cuele tierra por sus partes íntimas y se le tiró encima. Un momento después, al verse incómoda ella solicitó un cambio de posición, arrodillada en el piso iba a ser un poco más cómodo. En perrito y meta bomba, llegando casi al momento del clímax, se escuchan los gritos de la vecina -Chicho, donde andas?, Chicho?... CHICHO!!. Paralizados, se quedaron observando. El perro estaba mirándolos entre las hendijas del cerco. Se ve que le llamaba la atención verla a ella en una posición tan familiar, no me interesa hablar de zoofilia, pero si ella ladraba, creo que el perro iba a mirarla, además de con curiosidad, con deseo.
Ella, entre risa, nervios y calentura, le pidió a él que siga. Ya no podía controlarse, respiraba agitada, entre gemidos suaves.
-Chicho! acá estas! dónde te habías metido?, vení para acá.
El perro ladraba pero hacía caso omiso de su dueña. La doña se acercó para buscarlo y al escuchar sonidos extraños, se asomó para ver. Se puso blanca como una hoja de papel, estaba avergonzada, indignada; agarró al perro por el collar y se fue murmurando por lo bajo - Ay Chicho! las cosas que uno tiene que ver, el barrio ya no es el mismo de antes, no hay respeto. Cuando el Papi me agarraba a mi para hacer sus cosas, yo siempre le decía "vamo a la casa, que van a pensar los vecinos"... Y mis vecinos ni respeto, Chicho... ya no hay respeto, qué verguenza Chicho, y vos mirando.

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